miércoles, 3 de febrero de 2010

Fernando Cañas, Mon amour

Por Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier

Hay que tener valor para apostar por lo que en teoría es una quimera, como es el caso de Mauricio Gil Cano, director literario de EH Editores, que primero se lanzó a editar tres piezas de teatro canalla de Eloy Gómez Rubé (La Trilogía. Sperpento gaditano de las vidas standars) y ahora se atreve con la poesía de Fernando Cañas (1964-2004). Nunca he asistido a una presentación de libro tan magnífica y disparatada como la que recientemente tuvo lugar en Jerez de la Frontera. Objeto: Diamante roto, antología de poemas del fallecido Fernando Cañas preparada por Juan Diego Fernández Rosado y editada por EH Editores (Escuela de Hostelería de Jerez, colección «Hojas de bohemia»), a cuyo frente está el susodicho Mauricio, escritor, poeta y, en vista de los resultados, excelente gestor editorial. Los dos, Mauricio y Juan Diego, fueron colegas de Cañas, que "desde muy joven se siente poeta".
Además de autodidacta y atrevido en todas las artes. Letrista y saxofonista de los grupos Affaire Niñamónica, Hambre y Moral y Bah! [y Los Trapecistas]. Marcha Fernando a Madrid. Es poeta disléxico, músico de oídas, pintor en servilletas y otras cosas, desde albañil a charcutero. Ama, sufre, ayuna, bohemiza. Muere al caer sus treinta y nueve años por unas escaleras en la gaditana calle Rosario Cepeda (justo donde vivía Fernando Quiñones: calle mágica y maldita). Lugar de presentación de la antología póstuma: bodega Conde de los Andes (amplitud, elegancia, ese impagable olor a vino tan húmedo como si fuera moho). Público: masa que no sabemos cómo se apaña Paco Carrasco para reclutar; sólida clase-media-bien fiel a la poesía (sublime), y muy atraída (todo hay que decirlo) por la presencia de Paco Clavel (cutrelux y Salsa Rosa). Señoras sobre todo, con collares de perlas y vastas horas de tele, y algún retal de la vida peligrosa, reciclado o no, de los que siempre en los actos se ponen detrás, cerca de la puerta y de las copas. Presentación amistosa y delirante. A Mauricio la emoción le cierra la garganta. Paco Clavel, vestido de sí mismo, con un abrigo de cebra o similar, una braga roja a modo de sostén, gafas con anteojeras volantes y sombrero, recuerda el Madrid de los ochenta. Sorpresa: Paco Clavel, indescriptible shock visual, es un muchacho dulce, inteligente y educado que asume su papel de gancho mediático sin chupar cámara, con la elegancia (insólita hoy) de un caballero. (Creo que no debe ser difícil amar —con total inocencia— a Paco). Juan Diego, provocador histriónico y genial, ladra, cuenta, canta y recita, se ríe del público (que está deseando copear) con versos lírico-surreales:

Yo soy el ladrón de estrellas
todas las noches cojo un par de ellas
y no lloran les doy coca cola
las mimo de buena forma
les pongo camisón,
también les digo la verdad
la cúpula celeste no brillará
les enseño a no pensar y a besar
nadie me atrapará
las tengo en mi techo
de rojo pasional
y les doy de fumar
hachís del nueve
pues moradas están divinas
soy el ladrón de estrellas
nadie me atrapará.

Versos cómico-apasionados de contundente intensidad con frases como balas:

Calor. Levante. Tinto de verano. 2:33 horas.
Sueño. Solo. Refugio. Vida. Ella.
Canta. Escucho. Silencio
Comida. Fuego. Ducha. Dormir.
Yo, Tarzán de las azoteas.
Tú, Jane amada.
Verdad de hombre mono.

Versos coprofílicos de romántica y decadente intensidad:

Dame tus heces
y serán comidas
relamiadas y vomitadas,
confórmame con el desprecio
prostituido en un café
por el alcohol, mírame
no soy acaso cualquier cosa
como un hombre vulgar...

Delirante imaginación zafio-fantasiosa que se hace íntima confesión de debilidad:

Testículos colgando en el horizonte
como bolas de navidad
la inocente sonrisa de la puta
y el olor a mar en la boca.
Camino por la acera hasta el fin
fui una canción olvidada
de tu silencio
nació una voz
y de tu voz
nació el silencio
hay algo más terrible
que el miedo
hijo de puta miedo
que marcas mi vida
quién me quiere a mí
para jugar con la luna.

Versos brutales que traducen la más total desilusión sin renunciar a la ironía:

Todo sueño es violado
en su trastienda
por un burdo proveedor
de realidades.
Hace mucho frío
Y está lloviendo.
¡Qué difícil es hacer algo caliente!
Voy a la cocina
y leo una pegatina:
«Prueba tu libertad».

Versos amablemente tristes («Por favor, sé feliz»), y tantos otros versos implacablemente lúcidos:

No puedo dejar de pensar
en la sucia vida
estamos rodeados de sucias vidas
que nunca lavan
sus trapos sucios
duermen tranquilos sobre ellas.

El difunto Fernando tenía instantes poéticamente maravillosos de relámpago en la piedra. También muchos momentos de inabordable soledad:

Soy un trozo de hombre olvidado,
sentado, mudo, enormemente triste,
solo con demasiada soledad,
casi para volverse loco
y espero, mientras...
Ese animal invisible me devora
en este rincón no hay otra cosa,
el gris impera en la pared sucia.
Ya está,
ahora me he asesinado,
(...)
Sentado, mudo,
y enormemente triste,
porque no viajo con Iberia.

Fernando, amor: te visitaban las musas como sólo ellas lo hacen, desmedidamente crueles (José Carlos Somoza pudo hacerte protagonizar su novela de gore poético La dama número 13). Te custodian tus ángeles: Juan Diego Fernández y Mauricio Gil Cano. Entre la extravagancia surrealista y el realismo sucio que es la otra cara —canalla— de la experiencia, allí estás tú, desvalido y brillante. Todos vamos a morir, pero antes, morituri te salutant, Fernando Cañas, corazón explosionado en la penumbra, poeta deslumbrante o deslumbrado que un buen día rodó por las escaleras. Nosotros rodamos contigo repitiendo tus versos: «Dame tus heces/ y serán comidas...» Cuánto amor desmesurado, desmedido. Amor desconocido. Amor, Fernando.


Artículo publicado un martes 4 de noviembre de 2008 en:  Centro Virtual Cervantes

2 comentarios:

  1. Buena síntesis de quien fue Fernando Cañas y buenas muestras de su obra. Poeta al que intuyo con una tristeza y soledad grabadas profundamente en su alma y quizás por lo mismo capaz de producir una obra de inmensa sensibilidad. Gracias por darlo a conocer José. Te seguiré para empaparme de él a través de ti.
    Un abrazo

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  2. Más bien creo que el gran Fernando se convirtió en Ángel, de sus amigos Juan Diego y Mauricio y posiblemente de todos aquellos a quienes logre llegar con su poesía.

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